El hidrógeno verde utiliza electricidad renovable para separar las moléculas del agua. Estados Unidos, la Unión Europea, India, la República de Corea, Japón y Australia han aumentado las subvenciones en su impulso por reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Sin estas subvenciones, el hidrógeno verde actualmente no puede competir con el hidrógeno producido a partir del gas natural. Con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), los países del Cono Sur pueden materializar su potencial para convertirse en actores clave en el mercado mundial de hidrógeno de bajas emisiones de carbono.
Florencia Attademo-Hirt
8 de agosto de 2023
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La transición energética requiere cambios tanto en los métodos de producción de energía como en el uso de la misma. En el lado de la oferta, implica el desarrollo de tecnologías no fósiles, combustibles sintéticos e infraestructura para el almacenamiento y el transporte. En el lado de la demanda, implica promover la eficiencia energética, el reemplazo de equipos, la electrificación y cambios en los patrones de consumo. El hidrógeno (H2) puede desempeñar un papel crucial al reemplazar los combustibles fósiles en áreas donde la electrificación no es factible, como los procesos industriales intensivos en energía, la aviación y el transporte marítimo o terrestre a larga distancia. Actualmente, la mayoría del hidrógeno se produce a partir del gas natural, un combustible fósil. El hidrógeno verde utiliza electricidad renovable para separar las moléculas del agua.
Sin embargo, el hidrógeno de bajo carbono (hidrógeno verde) enfrenta varias barreras para ser competitivo en diversas aplicaciones de uso final. El desafío principal es su costo, que todavía no es competitivo en comparación con la producción basada en combustibles fósiles sin captura de carbono (hidrógeno gris o marrón). Además, el almacenamiento y transporte del hidrógeno plantean desafíos, especialmente cuando se trata de grandes volúmenes y largas distancias. Superar estas barreras y permitir que el hidrógeno verde se convierta en un portador de energía ampliamente utilizado requiere acciones políticas específicas en diferentes etapas de desarrollo: en primer lugar, lograr la madurez tecnológica, luego penetrar en los mercados locales/globales y, finalmente, lograr un crecimiento sostenido.
En 2022, los subsidios gubernamentales para el hidrógeno verde aumentaron a nivel mundial, incluyendo en la UE, India, Australia y Estados Unidos. La Ley de Reducción de la Inflación del Presidente Biden tiene como objetivo reducir el costo del hidrógeno verde en Estados Unidos a una cuarta parte de los niveles actuales en una década a través de una serie de incentivos fiscales por un monto de 9.5 mil millones de dólares. La UE adoptó la Estrategia Europea del Hidrógeno en 2020 con el objetivo de aumentar la participación del hidrógeno en la matriz energética de la UE al 13-20% para 2050.
Un examen detallado de las hojas de ruta de los países revela el potencial de un crecimiento exponencial en la participación del hidrógeno verde en la matriz energética global. Según el Consejo Mundial del Hidrógeno, un influyente grupo de presión de la industria del hidrógeno fundado en 2017, el crecimiento proyectado en la demanda de hidrógeno para 2030 muestra una tasa moderada del 4.5% (promedio anual) en comparación con el 8.1% esperado para el período 2030-2050. Esta tendencia de dos velocidades es el resultado de que los proyectos actuales de hidrógeno limpio se encuentran en su mayoría en la fase piloto o precomercial, con capacidades de electrólisis muy por debajo de los 50 MW. Sin embargo, a partir de 2030, se espera que las reducciones de costos previstas y los marcos regulatorios globales más sólidos con respecto a las emisiones de carbono creen incentivos para una mayor demanda.
Además, se prevé que el 75% de la demanda global proyectada para 2050 (660 Mt/año) se concentre en un puñado de mercados: China, India, Japón, República de Corea, Europa (sin incluir a Rusia) y América del Norte. China anticipa una demanda de casi 200 Mt/año para 2050 y tiene como objetivo lograr la autosuficiencia en la producción de hidrógeno de baja emisión. El caso de América del Norte (Estados Unidos y Canadá) es similar, ya que son grandes consumidores pero también tienen la capacidad de autoabastecerse. En contraste, Japón, la República de Corea y Europa están en desventaja ya que carecen de suficiente espacio o recursos naturales para producir todo el hidrógeno que esperan consumir. En consecuencia, las importaciones de hidrógeno de bajo carbono y sus derivados serán cruciales para cumplir con sus objetivos y compromisos medioambientales.
¿Cuál es el papel de los países del Cono Sur, como Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, en este contexto?
The Southern Cone countries are well positioned to become key players in the global low-carbon hydrogen market. On the one hand, they are endowed with abundant clean energy resources and land availability to produce low-carbon hydrogen, positioning themselves as potential net exporters. On the other hand, the potential contribution of hydrogen for reducing their own emissions is relatively low compared to other alternatives, such as direct electrification and energy efficiency improvements — which can be implemented more rapidly and at a lower cost.
An analysis conducted by the Inter-American Development Bank (IDB) highlights that the Southern Cone countries have a comparative advantage when assessing potential medium- to long-term production costs across several regions. For instance, the average Levelized Cost of Hydrogen (LCOH) estimated for 2050 in the Southern Cone countries is USD4 3/kg (4.1 to 4.5 range) compared to USD 4.6/kg for Canada and USD 4.8 /kg for Australia.
Additionally, the Southern Cone region has substantial experience in renewable energy investments, with good practices that can be replicated in the hydrogen industry. For instance, the Salto Grande Hydropower Complex supplied 3% of electricity demand in Argentina and 33% of demand in Uruguay (between 2017-2021) and is an example of coordinated generation capacity and regional integration. Generation capacity is defined as “the upper limit of electricity production that a power plant or energy generation system can achieve within a specific time frame, typically measured in megawatts (MW) or gigawatts (GW)”.
However, the path ahead is long, and presents multiple challenges, including the cost of and access to capital and the strength of institutional frameworks.
The IDB is building a roadmap with the Southern Cone countries to realize the green hydrogen potential. To achieve this, it is providing technical assistance and supporting structural reforms that will enable opportunities for large-scale private investments. In this sense, the IDB believes it is crucial to quickly address legal and regulatory gaps throughout the value chain. This means, revamping energy sector policy frameworks and regulatory agencies; defining and adopting standards for country-of-origin certifications; and promoting regional integration of key infrastructure such as ports, roads, power lines, pipelines. As an example, the IDB recently approved a results-based loan for Chile (USD 400 million) that aims at: (i) promoting private investments in green hydrogen and derivatives; and (ii) expanding the supply of public inputs for the green hydrogen and derivatives industry and foster domestic demand for such products.
Green hydrogen will play an important role in achieving the climate goals of the Paris Agreement. In this yet-to-be-written story, the countries of the Southern Cone find themselves in a unique and promising position to become key actors and drive sustainable change.