A pesar de las tensiones históricas, India e Israel han construido en silencio una sólida asociación basada en el etnonacionalismo compartido de los primeros ministros Modi y Netanyahu. Las relaciones entre Israel e India, que abarcan desde acuerdos militares hasta el comercio, representan ahora un importante vínculo para ambas naciones. Sin embargo, dado que ambos países apoyan la retórica cada vez más islamófoba y autoritaria del otro, esta asociación conlleva implicaciones preocupantes.
Reed McIntire
18 de noviembre de 2024
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El primer ministro Narendra Modi se ha convertido en el defensor más vocal de Israel de la India desde que el país obtuvo la independencia en 1947. Actualmente, ambos países comparten fuertes lazos comerciales y militares, apoyándose mutuamente en los conflictos contra sus vecinos musulmanes.
La afinidad contemporánea de la India por Israel es sin precedentes en la historia del país. Tras la fundación de Israel en 1948, la India generalmente apoyaba al pueblo palestino, debido tanto a su propia gran población musulmana como al rechazo hacia cualquier traza de colonialismo. Solo en 1992 India reconoció oficialmente a Israel, convirtiéndose en el último gran estado no musulmán en hacerlo. Desde entonces, las relaciones entre las dos naciones han seguido fortaleciéndose, aunque de manera discreta. El primer ministro Modi está rompiendo con esta historia al expresar abiertamente su apoyo tanto al estado israelí como a Benjamin Netanyahu.
Dado que tanto Netanyahu como Modi son nacionalistas étnicos de derecha, su amistad no es sorprendente; sin embargo, también es indicativa de preocupantes desarrollos en las sociedades india e israelí. A diferencia de Israel, la India fue concebida como una república secular donde los conflictos sectarios y religiosos no deberían ocupar el centro del escenario.
La plataforma del partido de Modi, el nacionalismo hindú, ha tomado inspiración del proyecto etnonacionalista de Israel, viéndolo como un modelo para una posible sociedad futura centrada en el hinduismo. No es la primera vez que los nacionalistas hindúes se inspiran en otros países, ya que en el siglo XX se inspiraron en el estado etnocrático tecnocrático del Japón Imperial.
Para los israelíes, su relación con la India representa una gran parte de las ganancias de su industria armamentista. Actualmente, la India es el principal cliente de la industria armamentista israelí, comprando armas por un valor superior a los 2 mil millones de dólares anuales. Estas compras incluyen armas pequeñas, drones, aviones, bombas y otros armamentos. Incluso en el frente táctico, el ejército indio toma inspiración de los israelíes. En 2017, las fuerzas especiales indias realizaron un asalto en Pakistán para vengar un enfrentamiento en la frontera, con Modi comentando que este tipo de operaciones normalmente se asociarían con Israel.
El ejército israelí ha sido la inspiración de muchas otras operaciones militares en todo el mundo. Fuerzas de seguridad y agencias de policía de innumerables países, como el FBI o la Policía Metropolitana de Reino Unido, envían a su personal a Israel para recibir formación. Muchas de las tácticas aprendidas en estas sesiones de entrenamiento incluyen vigilancia masiva, perfilado racial y represión de manifestantes u otras voces disidentes.
Si bien estos lazos comerciales, militares e ideológicos profundos son beneficiosos para los grupos dominantes de ambas sociedades, traen implicaciones preocupantes para las poblaciones musulmanas de ambos países. Mientras que los anteriores primeros ministros intentaron mantener un delicado equilibrio entre las partes hindúes y musulmanas de la sociedad india, Modi ha llevado a cabo una presidencia abiertamente islamófoba, con los seguidores de su partido involucrándose rutinariamente en crímenes de odio y pogromos contra los musulmanes.
Simultáneamente, el gobierno de extrema derecha de Netanyahu ha supervisado la mayor cifra de muertes en Palestina desde la Nakba de 1948, además de privar rutinariamente a los musulmanes en Israel de sus derechos y permitir los asentamientos ilegales en Cisjordania. Además, el ministro israelí de Seguridad Nacional, el extremista Itamar Ben-Gvir, entró varias veces en 2024 en la mezquita de Al-Aqsa para rezar, provocando abiertamente a los musulmanes y provocando críticas inmediatas. La mezquita de Al-Aqsa es uno de los sitios más sagrados del Islam y está construida sobre el antiguo Monte del Templo, lo que genera disputas entre las comunidades judía y musulmana sobre la propiedad legítima del área.
Este brutal ciclo de retroalimentación no solo está afectando a los musulmanes. En febrero de 2024, el gobierno del estado indio de Haryana desplegó drones para disparar gases lacrimógenos a multitudes de campesinos que protestaban. Los funcionarios indios declararon abiertamente que esta estrategia estaba inspirada en el trato de Israel a los palestinos durante la Gran Marcha del Retorno de 2018, que dejó más de 200 muertos y más de 36,100 heridos. Además, el gobierno de Haryana afirmó que deseaba replicar la base de datos israelí de rostros sospechosos para «fortalecer la red de seguridad e inteligencia de la Policía de Haryana».
Sin embargo, la relación de la India con Palestina sigue siendo complicada. A pesar de las similitudes y los lazos entre Modi y Netanyahu, el primer ministro indio aumentó las contribuciones de su país a la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), que Israel ha etiquetado repetidamente como una extensión de Hamas. Además, tras los ataques del 7 de octubre, el Ministerio de Asuntos Exteriores de la India reafirmó su apoyo a la creación de un estado palestino. Paradójicamente, sin embargo, Modi y su gobierno no han condenado el bombardeo ni la crisis humanitaria subsiguiente en Gaza en el año posterior al 7 de octubre de 2023.
Con Israel ahora expandiendo su campaña hacia Líbano y enfrentando represalias de Irán u otros actores regionales, los lazos de la India en la región se están viendo tensados. La política exterior india ha dependido durante mucho tiempo de equilibrar los lazos tanto con los EE. UU. y con Israel, como con los estados árabes. A medida que Netanyahu y el gobierno israelí comienzan ahora a pintar a sus vecinos como futuros objetivos, el futuro de la política exterior india en la región sigue siendo incierto.