Las elecciones del 19 de junio fueron un momento histórico para Colombia. Por primera vez en su historia, el país tendría un Presidente que se identificaba abiertamente como socialista. Aunque el histórico candidato fue felicitado por la hegemonía regional, el cambio radical de Petro para Colombia se enfrentará a la dura oposición de la arraigada élite derechista del país y de Estados Unidos.
Rael Almonte Reyes,
3 de octubre de 2022
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Las elecciones del 19 de junio fueron un momento histórico para Colombia. Por primera vez en su historia, el país tendría un Presidente que se identifica abiertamente como socialista. Gustavo Petro y su partido Pacto Histórico vencieron al candidato de centroderecha “anti-establecimiento” Rodolfo Hernández. La victoria de Petro es histórica por ser Colombia uno de los pilares de la política reaccionaria en América Latina y el Caribe, y por el papel del país como uno de los guardianes de la hegemonía estadounidense en la región.
Aunque Estados Unidos ha felicitado abiertamente al presidente Petro con comentarios ofreciéndole colaboración en asuntos regionales, los intereses y las políticas de Washington contrastan directamente con las principales promesas electorales del presidente Petro.
El presidente Petro hizo campaña a favor de un cambio radical respecto a las décadas de gobierno de derechas en Colombia. En agudo contraste con el laissez faire económico y el conservadurismo social del Uribismo, la ideología de la derecha colombiana, Petro promete llevar a cabo una redistribución de la riqueza del país, reformar el sistema policial y abandonar la dependencia del país de recursos extractivos como el petróleo y el carbón. Esta agenda de izquierda no sólo genera hostilidad hacia el Presidente por parte de las élites conservadoras colombianas, sino que también preocupa en Washington D.C.
Algunas de las políticas menos controvertidas son las reformas policiales previstas y el fin de la “Guerra contra las Drogas” en Colombia. Esto es el resultado de las protestas de Colombia 2021, que comenzaron como protestas por reformas fiscales, las cuales, apresuradamente se transformaron en un movimiento social contra la brutalidad policial. La conducta policial en esas protestas se saldó con más de 2.000 casos de brutalidad policial y más de 200 personas dadas por desaparecidas. Es poco probable que una reforma general de la policía reciba el rechazo de Estados Unidos bajo la administración Biden, pero es probable que los planes de ofrecer amnistías generales y renegociar los tratados de extradición entre Estados Unidos y Colombia se enfrenten a duras críticas.
Quizá más controvertidos para Estados Unidos sean los planes de Petro para la economía colombiana. El supuesto plan es apartar a Colombia de la dependencia de las exportaciones extractivas, como el petróleo y el carbón, y llevar a cabo una transición hacia una economía más verde y renovable. Esto, y el ambicioso plan de reforma fiscal, enfurecerá a la élite tradicional, que se beneficia enormemente de las industrias extractivas y es una firme aliada de Estados Unidos con estrechos vínculos con la Casa Blanca. La senadora María Fernanda Cabal, de la oposición de derecha, pide a los militares colombianos que se unan a una “cruzada” contra el gobierno de Gustavo Petro.
El último punto de fricción, pero quizá el más importante, es la reanudación de las relaciones del gobierno Petro con Venezuela. Colombia ha estado tradicionalmente a la vanguardia de la hegemonía estadounidense en América Latina. Debido a esta relación, Colombia fue uno de los primeros países en cortar relaciones con Venezuela cuando estalló el conflicto venezolano y ha sido uno de los críticos más duros del gobierno de Maduro en Venezuela. El naciente gobierno de Petro ha adoptado un enfoque totalmente diferente: la paz. Uno de sus primeros actos al tomar posesión fue restablecer las relaciones con la república hermana. Aunque Estados Unidos se encuentra actualmente en una “fase de luna de miel” con Venezuela porque necesita el petróleo venezolano para sustituir al ruso, es poco probable que esto dure mucho.
Estas políticas singularmente diferentes colocan a Estados Unidos y al naciente gobierno de Petro en un posible rumbo de colisión que, como pueden atestiguar los estudiosos de la política estadounidense de la Guerra Fría en la región, probablemente no termine en paz y reconciliación. Aunque esto es muy preocupante, es importante señalar que Gustavo Petro se enfrenta a un Congreso inmensamente dividido, lo que probablemente obstaculizará algunos de sus planes más ambiciosos. No obstante, como sus políticas son extremadamente populares y es un político hábil, existe la posibilidad de que estas reformas sean aprobadas. Pero tendrán que superar la resistencia de la élite conservadora tradicional y una fuerte respuesta estadounidense. En última instancia, el esfuerzo que probablemente encuentre más resistencia es la renegociación del Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos, que tendría que ser aprobada por el Senado estadounidense.
Independientemente de que pueda o no navegar el campo de minas del Congreso colombiano, Gustavo Petro se enfrenta a un difícil camino para legislar políticas que permitan lograr una Colombia más equitativa.
Foto: 7 de agosto de 2022, Bogotá, Cundinamarca, Colombia: El presidente colombiano Gustavo Petro (izquierda) y la vicepresidenta Francia Márquez (derecha) durante el acto de investidura del primer presidente de izquierda de Colombia, Gustavo Petro. © IMAGO / ZUMA Wire
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