A pesar de haber sufrido un genocidio, Ruanda, gracias a la combinación de un Presidente con visión de futuro y una población femenina comprometida, ha tomado la iniciativa de convertirse gradualmente en el país número uno en igualdad de género.
Daniella Vanova, 16 March 2023
El Informe anual del Foro Económico Mundial sobre la Brecha Global de Género es la referencia definitiva para analizar la paridad de género en cuatro dimensiones clave: participación y oportunidades económicas, logros educativos, salud y supervivencia, y empoderamiento político. Publicado por primera vez en 2006, el Informe es el índice más antiguo de seguimiento del progreso de la igualdad de género. El último Informe 2022 clasificó a 146 países.
¿Cómo es posible que Ruanda, una nación africana que ha sufrido un genocidio, haya logrado el primer puesto entre los países que intentan hacer avanzar su narrativa de igualdad de género?
ONU Mujeres, la organización de las Naciones Unidas que trabaja para mejorar la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, apoya a los Estados Miembros de la ONU en el establecimiento de normas mundiales y la ejecución de programas, políticas, leyes y servicios. Según ONU Mujeres, el éxito de Ruanda se debe a un fuerte compromiso político y a la responsabilidad a nivel institucional en materia de igualdad de género. Esto abarca, entre otras cosas, la igualdad de participación en la vida política, la igualdad salarial, el reparto equitativo de los cuidados no remunerados y el trabajo doméstico, y el fin del acoso sexual.
En el gobierno de Ruanda, concretamente en el Parlamento, las mujeres ocupan actualmente más de la mitad de los escaños, una estadística que no supera ningún otro país. Sin embargo, el feminismo, la ideología y la búsqueda de la igualdad de género, no se ve tan positivamente como cabría suponer.
Antes del genocidio, el feminismo en Ruanda tenía una connotación negativa. Además, era inaudito que una mujer aceptara un trabajo fuera de casa. Esto se debía principalmente a la falta de oportunidades de educación para las mujeres, junto con las escasas o nulas expectativas de que una mujer desarrollara una carrera profesional. Por lo tanto, ser «feminista» era difícil. Una manifestación de esta connotación negativa es que, en términos ruandeses, el movimiento se caracterizaba por querer ser «americano» o actuar como un «americano». En otras palabras, la abreviatura de ser demasiado agresiva, demasiado liberada, demasiado egoísta. Este mensaje, dirigido a las mujeres que se identificaban como feministas, propagaba la opinión de que la mentalidad feminista era egoísta, interesada y no beneficiosa para el país. A algunas mujeres se les dijo: «Tú no perteneces a Ruanda» y «¡Ni siquiera perteneces a África!».
Tras el genocidio ruandés de 1994, la nación impulsó la igualdad de oportunidades entre géneros. Poco después de 1994, el llamamiento a la igualdad no lo inició una mujer, sino un hombre: el Presidente de Ruanda, Paul Kagame. Vio que Ruanda estaba totalmente destrozada y que una mano de obra exclusivamente masculina no bastaría para reconstruir una Ruanda demolida. Esta decisión no sólo facilitó una reestructuración de las infraestructuras de Ruanda, sino que también se consideró un punto de inflexión en su postura política sobre la igualdad de género, que otros países han intentado seguir.
Como muchos hombres fueron asesinados durante el genocidio, Ruanda se quedó con una población predominantemente femenina (70%), por lo que las mujeres dieron un paso al frente. Su labor pasó de limpiar edificios a reestructurarlos, poner en marcha programas de educación para los jóvenes y cuidar de los niños huérfanos, al tiempo que se daba prioridad a la seguridad y la salud para todos.
Kagame prometió que no se limitaría a ponerse al día, sino que se adelantaría a Occidente. Pero por muy poderosas que Kagame pretendiera que fueran sus nuevas políticas, no se dio cuenta del nivel de éxito que alcanzarían. Con una poderosa fuerza femenina en el Parlamento, el gobierno también abogó por el fomento de la educación de las niñas y el nombramiento de mujeres en puestos de liderazgo, acciones que, de tener éxito, repercutirían directamente en dos de las cuatro dimensiones medidas por el informe Global Gender Gap. En 2003, la nueva Constitución del país decretó que el 30% de los escaños parlamentarios se reservaran a mujeres.
En 2008, la Cámara de Diputados de Ruanda se convirtió en el primer parlamento nacional electo en el que las mujeres eran mayoría. La media mundial actual de diputadas es del 26,4%, frente al 61,25% de Ruanda. Muchos creen que el cambio político de arriba abajo sólo fue posible gracias a la voluntad y la naturaleza de los dirigentes ruandeses. La participación de las mujeres en la economía ruandesa sigue creciendo. Esto se debe también a sus logros educativos y a su acceso a una atención sanitaria asequible. Relacionado con esto está el descenso de las tasas de mortalidad materna.
Según el Banco Mundial, Ruanda ha tenido un crecimiento económico medio del 7,2% entre 2009 y 2019, mientras que su PIB ha crecido a un ritmo del 5%. Aunque la pandemia de COVID hizo que el PIB cayera al 3,4%, se ha recuperado hasta el 6,7% en 2021. Ruanda ha disfrutado de un crecimiento económico constante, que se ha traducido en un aumento del nivel de vida de todos los ruandeses.
Lo más importante es que el cambio real requiere tiempo y paciencia. Para aplicar correctamente las políticas, no hay atajos. Tomar atajos puede llenar el vacío a corto plazo, pero pronto habrá que hacer frente a los problemas que queden sin resolver, que también tendrá que abordar la próxima generación.
La valentía de las mujeres ruandesas y su voluntad de reconstruir su nación son ahora un ejemplo importante y único a seguir por otros países.