Mientras los legisladores se apresuran a regular la IA, Elon Musk pide una moratoria de seis meses. El gato está fuera de la bolsa. El público se debate entre el asombro y la aprensión. ¿Su trabajo será seguro o existirá siquiera en el futuro? ¿Y quién será el directivo del mañana, si los empleos de nivel básico están ocupados por chatbots de IA?
Daniel Garcia, 5 de abril de 2023
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Los economistas utilizan las palabras «baja cualificación» y «alta cualificación» para distinguir entre distintos tipos de trabajadores, dando a entender que los que tienen «alta cualificación» son capaces de realizar no sólo las tareas que hacen los trabajadores poco cualificados, sino también otras más exigentes. La realidad es muy distinta, como sabe cualquiera que haya conocido a un profesor universitario.
Los trabajadores tienen capacidades diferentes, y la clasificación tradicional refleja diferencias en los años de escolarización y una prima asociada en el mercado laboral. Esta prima incluye una mayor compensación monetaria, mejores condiciones, menos riesgos relacionados con el trabajo, etc. Pero, ¿por qué más años de escolarización conllevan mejores condiciones de trabajo?
Una suposición básica sería que para que una persona dedique el tiempo y los recursos necesarios a completar una titulación de este tipo, él o ella debe exigir una prima. Sin embargo, muchos estudiantes se especializan en áreas con perspectivas profesionales relativamente escasas, como las humanidades, el trabajo social o el periodismo. Una segunda hipótesis es que los trabajadores que pueden completar una titulación universitaria muestran «habilidades» no cognitivas que probablemente estén asociadas con el éxito en otros campos. Aunque esto puede ser cierto en muchos casos, la expansión masiva de la educación de nivel universitario desde la década de 1970 ha reducido sustancialmente su efecto «señalizador» positivo, pero la prima asociada ha seguido aumentando.
Una dimensión importante en la que se distinguen los trabajadores con estudios universitarios es la capacidad de comunicar y persuadir eficazmente, a menudo por escrito. Esta capacidad ha sido enormemente rentable en una economía que se ha inclinado cada vez más hacia los servicios profesionales y las interacciones humanas y se ha alejado de la fabricación. Abogados, consultores, representantes, asesores de relaciones públicas, etc., han disfrutado de unos beneficios muy elevados gracias a su capacidad para comprender información compleja, procesarla y comunicarla eficazmente. El cambio tecnológico, en forma de ordenadores, ha permitido a estos trabajadores realizar sus tareas sin la ayuda de un ejército de secretarias y oficinistas, aumentando aún más sus beneficios.
Las cosas están a punto de cambiar con el desarrollo de modelos de inteligencia artificial (IA) de gran potencia, como ChatGPT o Bard. La capacidad de comunicarse eficazmente, al menos por escrito, está ahora al alcance de muchos más trabajadores. Al igual que los ordenadores eliminaron la necesidad de secretarias, estas máquinas de IA eliminarán la necesidad de profesionales de bajo nivel en las empresas de servicios (secretarios jurídicos y auxiliares jurídicos, analistas, consultores junior, etc.).
Sin embargo, existe una diferencia fundamental. Los trabajadores que empezaron como secretarias en la década de 1940 no ascendieron en la escala empresarial, mientras que estos profesionales de «nivel inferior» suelen ocupar puestos de entrada en corporaciones de estructura altamente piramidal. Los analistas de hoy pueden ser los socios de mañana. Si las consultoras ya no necesitan a estos analistas, ¿quién los sustituirá cuando se jubilen?
¿Qué nos enseña la historia? El ejemplo más cercano del pasado es la difusión de los cajeros automáticos a principios de los años noventa. Los cajeros automáticos sustituyeron la tarea más básica de los empleados de banca («cajeros»), muchos de los cuales ascendieron a puestos comerciales y directivos. Tal vez sorprendentemente, las mejoras de eficiencia en la banca condujeron a una expansión de su negocio, lo que llevó a los bancos a contratar grandes cantidades de personal durante los 20 años siguientes, hasta las crisis financieras de 2008. Los trabajadores bancarios prosperaron porque se especializaron en tareas que no podían ser sustituidas por máquinas.
¿Será diferente ChatGPT? Sólo el tiempo lo dirá. Por ahora, el lector puede reflexionar sobre si este texto ha sido escrito por un chatbot dotado de inteligencia artificial o por un antiguo trabajador altamente cualificado.